Pocos cambios más fuertes podían darse para el viajero de los años 60 que pasar de un circuspecto "semidirecto" conducido por una Mikado y compuesto por coches "costas" y "verderones" a un ferrobús. De los humos, crujidos, chirridos, lentas arrancadas y olores de distintos tipos... a las agilidades y alegrías "ferrobuseras".
Realmente era un autobús pero, como no estaba sometido a las incidencias de la carretera, su marcha era mas continuada y alegre. A esa "alegría" -rayando casi en la incomodidad- contribuía su escaso peso, con lo cual los…