A lo largo de la historia, la restricción del acceso al conocimiento fue una forma de mantener el poder. Aquellos que sin autorización lo difundían eran castigados. No es casual que uno de nuestros mitos más antiguos sea el de Prometeo, castigado por robar el fuego a los dioses para dárselo a los seres humanos. Los que, como Galileo, aprendían algo que desafiaba el saber autorizado, eran encarcelados y torturados.
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