Cuando las plataformas móviles comenzaron su andadura, los desarrolladores tuvieron que lidiar con la peor costumbre de los usuarios, heredada de los programas de ordenador. Nos referimos a la piratería. Aunque había muchas aplicaciones gratuitas, otras eran de pago, algo que a muchos les costaba encajar. Algunos estudios, para invitar a realizar un pago, ofrecían licencias para su producto que, literalmente, estarían activas de por vida.
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