Bajo custodia policial, los fundadores de Hansa entregaron todas las claves, cuentas y credenciales, incluidas aquellas que utilizaban para hablar con los moderadores de la página. En unos pocos días la policía holandesa tenía todo el control y nadie se había dado cuenta. Comenzaron a alterar el código de la web, registrando cada vez más datos de sus usuarios. El terror de cualquiera que quiera que sus datos pasen desapercibidos, que vayan directos a las manos de la policía.
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