No son pocos los casos, leo en esta noticia, en los que a un muerto le cobran un servicio de telefonía que, por razones obvias, ya no utiliza. Por si no lo saben, la gente desgraciadamente fallece, pasamos al otro lado y el smartphone normalmente no se viene al Más Allá, sino que se queda en el planeta que lo parió. A menos que el muerto no tenga una deuda pendiente, la compañía sabe que no puede cobrarle un céntimo más del que utilizó en vida; si acaso, debería tan solo devolver el terminal si la compañía se lo ha dado en promoción.
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