Una y otra vez, destacados científicos, tecnólogos y filósofos han hecho conjeturas espectacularmente terribles sobre la dirección de la innovación. Ni siquiera Einstein fue inmune, al afirmar: "No hay el menor indicio de que la energía nuclear vaya a obtenerse nunca", sólo diez años antes de que Enrico Fermi terminara la construcción del primer reactor de fisión en Chicago. Poco después, el consenso pasó al temor de un holocausto nuclear inminente.
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