Una revolución silenciosa finalmente se apodera del mercado automovilístico más grande de Europa. La sabiduría convencional sostenía que los alemanes, orgullosos de estar sentados en la fuente de las proezas globales de la ingeniería automotriz, estarían entre los últimos en cambiar sus modelos Porsche 911s o Mercedes-Benz S-Class por la limitada gama que ofrece un Tesla eléctrico de fabricación estadounidense. Pero no está siendo así.
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