Una vasija que va creciendo sin barro ni torno, sin siquiera manos que la moldeen. Una escultura que debe su formación a millones de células hackeadas, desarrollándose en la forma deseada. Eso es lo que han conseguido ingenieros de la Universidad de California-San Francisco. Los laboratorios ya usaban la impresión en 3D. Ahora con ensamblaje de células programadas por ADN (DPAC) se establece una plantilla inicial de un tejido. Diminutas esculturas vivas que, quizás en el futuro, podrían ser órganos. En español:
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