El código abierto garantiza por encima de cualquier otro modelo de desarrollo que el software es lo que dice ser y nada más, que no esconde puertas traseras y que cada vulnerabilidad hallada es en efecto un error de programación, no un agujero dejado ex profeso. Sin embargo, tiene un hándicap para el usuario final, y es que este tiene difícil comprobar su autenticidad.
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