Los fabricantes usan un coche especial -al que llaman 'golden car'- para dar un nivel de emisiones de CO2 en los test que son imposibles en las carreteras. Por ese motivo, un conductor gasta 450 euros extra al año en combustible, según un análisis basado en los datos del Consorcio Internacional de Transporte Limpio (ICCT). Los trucos que utilizan los fabricantes para pasar la prueba van desde desconectar el alternador a sobreinflar las ruedas o tapar hendiduras para sea más aerodinámico.
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