De hecho ni siquiera hace falta que la lluvia sea intensa y apenas basta con que el asfalto esté mojado para que un coche autónomo «pierda el equilibrio» e incluso prácticamente se lleve por delante a algunos peatones. «La combinación entre el asfalto mojado y los reflejos del sol, dependiendo del ángulo y posición del vehículo pueden provocar que las cámaras tengan dificultades para reconocer todo tipo de objetos, incluyendo las marcas en el asfalto y las señales».
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