El gran problema con las armas fabricadas mediante impresoras 3D es que no son de fiar debido a la fragilidad del plástico. Por ejemplo, que un arma impresa en 3D haya logrado disparar nueve balas sin explotar fue considerado como un logro. Sin embargo, ahora Wired reportó que un maquinista de 25 años de EE. UU. llamado Michael Crumling habría encontrado una solución
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