Los hechos se remontan a hace dos años, momento en el que autor y víctima se conocieron en una popular aplicación de contactos. El autor, que previamente había estudiado el perfil de su víctima, se presentó con un nombre, un trabajo y un domicilio ficticios. La víctima, ajena a la falsedad de la información, inició con él una relación de amistad. Poco a poco, el autor le hizo creer que estaba enamorado de él, y comenzaron una relación sentimental. Pronto, empezó a pedirle grandes cantidades de dinero con todo tipo de excusas.