El mundo es un lugar imperfecto. Injusto, incluso. Usted está ahí, tranquilamente, viendo su serie favorita. Que sí, que lo sé yo, que es algo muy de ahora, no ponga cara de leer a Dostoievski antes de irse a la cama porque ya no cuela. Y eso, que quiere relajarse, olvidar su trabajo, al jefe, humos y cláxones. Entonces aparece él. O ella, que hay para todos los gustos. Ese, ese personaje. Precisamente. Con la rabia que me da, con el odio que tengo ahí dentro, todo, todito reservado. Qué desespero, oigan.