Un día de 1979, John Coddington, dueño de una estación de servicio de un remoto pueblo de Pensilvania, introdujo una varilla en uno de sus tanques subterráneos para verificar el nivel de combustible. Al sacar la varilla y tocarla, se dio cuenta de que parecía más caliente de lo normal, así que bajó un termómetro con una cuerda para comprobarlo. Al cabo de un minuto, subió el aparato y miró al indicador: la temperatura de la gasolina en el depósito era de casi 80 grados.