El reconocimiento escandinavo de la competencia en materia de seguridad ha adolecido de lo que en la literatura se denomina «fundamentalismo ideológico». Los actores son considerados buenos o malos en función de las identidades políticas que les ha asignado la ideología. El fundamentalismo ideológico reduce la capacidad de reconocer que las propias políticas y acciones pueden constituir una amenaza para los demás, porque la propia identidad política se considera indiscutiblemente positiva y disociada de cualquier comportamiento amenazador.
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