Las rutas, promocionadas a través de folletos enviados a agencias europeas, vendían la experiencia como un viaje histórico comparable a escenarios bélicos icónicos como las Termópilas, Waterloo o Verdún. Pero en lugar de simples campos de batalla, los turistas recorrían paisajes españoles devastados, como Éibar, Amorebieta o Gernika, donde se señalaba a los republicanos como responsables de los destrozos.
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