Madrid está de moda. La ciudad vive una efervescencia imparable y todo parece señalar que ha venido para quedarse. Es un hecho que ya ni los barceloneses discuten, sino que muchos aceptan a regañadientes y con resignación. Algunos independentistas se refugian en el falaz argumento del efecto capitalidad, efecto que casualmente parece haber nacido hace cinco años y no hace 40, pero en el fondo, y en privado muchos lo reconocen, son conscientes de que ha sido el proceso nacionalista lo que perjudicado gravemente la economía catalana.