El machismo, como el diablo, tiene mil caras, y es por eso que a algunos debe resultarnos tan difícil reconocerlo. Reconocer el machismo exige denunciarlo de inmediato, desactivarlo como a una bomba a punto de estallar, así que lo que más conviene es no equivocarse en la elección del cable que haya que cortar. En este mundo traidor, tan de heteropatriarcado latente con sus masculinidades tóxicas infiltrándose por los recovecos que todavía surgen en los pliegues del manto de progreso que las luchadoras por la igualdad han extendido sobre nuestra