El resultante del nuevo gobierno catalán y de la situación política podría ser la desactivación de Catalunya como motor de polarización, algo a lo que el nuevo presidente y el nuevo equipo de gobierno parecen más que inclinados y preparados. De hecho, muchos analistas y políticos actuales probablemente no recordarán en qué momento Catalunya pudo significar otra cosa en la política española (lo que limita la falta de imaginación para prever las consecuencias que se pueden derivar de ello).
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