Lo bueno que tiene controlar el Senado es que en él puedes ignorar todo lo que pase en el mundo real. Entras en el edificio, saludas a los policías y ya estás en un universo alternativo donde tú impones las reglas. Para el PP, la Cámara Alta puede ser su parque de atracciones particular. Lo podríamos llamar Genovalandia. En el exterior, ocurren cosas extrañas y desagradables, como por ejemplo las elecciones catalanas, pero dentro puedes fingir que no existen. Puedes hasta pretender que tu propio partido no dijo en esa campaña lo que dijo.
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