Al fondo de la barra,
una mujer;
una mujer, en principio,
como tantas: que fuma,
bebe, ríe, charla, y se echa
la melena para atrás;
ya digo, como tantas.
Hasta que su mirada
se cruza acaso
con la tuya
-o a ti te lo parece-,
y por un breve instante,
el tiempo se detiene,
y esa mujer es única,
y todo cambia,
y todo puede pasar.
Todo.
También,
-como sucede
casi siempre-,
absolutamente nada.
Karmelo C. Iribarren