Esta es la historia de un propietario de un Audi TT 3.2 V6 que un día decidió llevar su coche al taller porque “no le iba fino”. Los mecánicos del taller rápidamente constataron que la última revisión se había efectuado hacía ni más ni menos que 135.000 kilómetros. Las imágenes hablan por sí solas, y es que lo que veis en las fotografías (la parte superior del propulsor, los árboles de levas), están completamente “enterrados” en una especie de masa viscosa y petrificada de color oscuro. Más aquí
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