Si con su rocambolesca fuga Puigdemont pretendía internacionalizar el conflicto catalán, darle el definitivo empaque europeo, esa pátina de seriedad que otorga el Viejo Continente, creo que ha conseguido el efecto contrario. Ha convertido un sueño de gloria, la insurrección, la independencia, la república, en una grotesca cuchufleta, esa historia de guasa digna de una sátira fallera o de una chirigota en los carnavales de Cádiz.