Era lunes por la mañana. Grace Gelder llevaba soltera desde hacía seis años. En ese tiempo se convirtió en una viajera incansable, disfrutó tomando sus propias decisiones y estudió un máster en fotografía. Sólo a finales de la veintena descubrió quién era, qué quería y qué podía ofrecer al mundo. En ese tiempo se dio cuenta de que si hubiese habido alguien más en su vida sentimental, «habría querido señalar ciertas fechas y tomar decisiones sobre un futuro compartido».