A finales de la década de los 70 un grupo de pijos aficionados a las artes marciales empezaron a plantar cara a los macarras que incursionaban en el centro de Madrid para robarles sus New Balance. Esta es la verdadera historia de la Panda del Moco.

Hoy en día, con una extrema derecha celebrando su llegada a cientos de ayuntamientos y su probable entrada en el gobierno nacional, cuesta imaginar una época en la que los 'pijos', la parte más adinerada de la sociedad, sintieran que la tierra temblaba bajo sus pies. Pero con la llegada de la democracia a finales de los años 70, no solo las personas adeptas al régimen, sino la mayor parte de la clase alta de nuestro país, sintió que era posible que las prerrogativas de las que hasta entonces habían disfrutado se esfumaran.

Su hijo le anima a probarlo por primera vez sin ningún éxito. «Yo estes pijaes no les como»

“Otro tipo de gente acomplejada: los que viven en adosados”, empieza señalando uno de los participantes del podcast en el fragmento que se ha compartido en TikTok, mientras el resto de los integrantes se parte de la risa. Ante la pregunta ‘qué son los adosados’, un joven vuelve a señalar: “Es un chalet partido por la mitad. Es como un piso pero con piscina”. Pero no solo eso, otra de las participantes añade: “Yo creo que eso son cosas que te motivan en la vida. En plan, a ver cuándo le compro la otra mitad.

El 'outlet' Design Market se publicitó diciendo que tendría marcas como Balenciaga, Valentino, Saint Laurent y Gucci. Más de la mitad de las prendas eran de Petra Hoffmann y Alexandra Neel, dos marcas no registradas y sin referencias.

Un nuevo grupo de inversores ha creado una estrategia de ocio innovadora y exclusiva que combina gastronomía, fiesta, alcohol, música y espectáculo: “Antes la responsabilidad de divertirse era solo del cliente, ahora no es así”

Blasa recibe en su casa a dos urbanitas dispuestos a vivir una rural experience total y recobrar el contacto con la naturaleza.

Taxistas haciéndose de oro en las protestas pijas del barrio de Salamanca.

Para ser un buen bakala en los noventa, o al menos uno con estilo, había que tener alguna camiseta de Boy London o Destroy, zapatillas contundentes New Balance o Nike Air Max y unas cuantas gorras para combinar. Pero, sobre todo, era imprescindible llevar plumas, y no uno cualquiera. Aunque ya hay una generación que ha vivido sin ellos, los plumíferos de Pedro Gómez fueron una presencia habitual en los clubes de música electrónica que, en los noventa, conformaron la Ruta del Bakalao.

Hay dos canciones, una de 1972 y otra de 2004, que, a pesar de estar separadas por treinta de años de historia, hablan exactamente de la misma persona. Una es de Joan Manuel Serrat y describe a una chica educada por una nurse vesánica, típicamente británica que anda los domingos en la hípica y a las dos en José Luis. La otra es de Francisco Nixon y pinta el retrato de una moza que va a clases de sevillanas y se mueve por la ciudad en coches de tres millones. Una se titula “Muchacha típica”, otra “Adoro a las pijas de mi ciudad”.

Y siguiendo con el idioma y la tontería, hay algo peor que running. Lo peor de todo es que toda esta gente se autodefine como runners. Runners. Así, con todo el morro, y con almohadilla. #runners. ¿Y si los demás hiciéramos lo mismo? Así tendríamos watchers, sleepers, readers y wankers (de esto último ya tenemos bastante en realidad). En serio, ¿qué necesidad tienen de buscarse un denominador común? ¿No tienen un mísero ápice de personalidad? Os juro que he visto a unos cuantos definirse como urban runners. Perdón, con almohadilla, #urbanrunner

Camisas amplias, pantalones pitillo, jersey cruzado, pelo largo y una jerga propia. Casi simétricos, sacados de un mismo molde: Instagram. Hay quien dirá que se trata de los pijos de toda la vida, pero los postus son un orbe lleno de matices que va más allá de las capeas y las puestas de largo. Tras observarlos detenidamente en la calurosa noche madrileña, he comprobado que se trata de una subespecie del pijo común. Son como una canción de Taburete, suenan bien, pero no tienen sentido.

Para el aficionado a las Leica que lo tiene todo ya en la vida, ¿qué le regalas en Navidad? Una Leica M en color rojo, por supuesto. Sin embargo estarás pagando un extra de 1.400 $ por la mano de pintura. En su precio habitual de 5.595 $, la Leica M will te costará cerca de 7.000 $ en su bonito uniforme rojo. Pero mejor que te des prisa, sólo han hecho 100.

Quién mejor para narrar la cotidianidad del laboro pornográfico que Jordi, aka Niño Polla, uno de los jóvenes actores más prominentes (en todos los sentidos) de la industria española.

Puede que sea un bulo, como tantos otros que corren por las redes sociales, pero en estos tiempos tan derechosos no sería nada extraño. Un tuit anunciando la próxima apertura de un selectivo Club Premium del Medicamento, foto incluida, en el elitista barrio de Salamanca de Madrid ha levantado tal polvareda en Twitter que el hashtag #EnfermedadesPijas, se ha colocado en cabeza de los Tremending Topic.

Hay cosas que deberían volver como un tributo a la nostalgia, a demostrarnos que cualquier tiempo pasado fue mejor. Pero hay otras que, si se fueron, pues por algo sería. Si las echamos de menos es para recordarlas con los ojos muy abiertos y decirle al de al lado “Ay par favá“. No es que cualquier tiempo pasado fuera mejor, es que a veces no es mejor ni el presente. Pero no nos pongamos pesimistas, solo recordemos aquellas cosas que no hace falta que vuelvan. De verdad. Quedaos en nuestra memoria.

¿Como identificabamos en los 80 y 90 a los niños de papa, cuando no habia Abecrombie?

Los has visto muchas veces por la calle, flotando con esa singular levedad que les confieren sus náuticos y su corte de pelo de 17€ en El Corte Inglés, con la camisa Ralph Lauren encima del polo y oliendo a Be, by Calvin Klein. Preste especial atención a este último detalle. Si huele a Atkinson es que ha pitado en su club y ya les ha explicado que tienen que echarse todos la misma colonia para que el oratorio no huela como una perfumería y que tiene que ser Atkinson porque es la que usaba San Josémaría.

María Cynthia Francisca Matilda Rossi nació el 28 de abril de 1985. Nada más nacer ya estuvo marcada con el recuerdo de la tragedia familiar, la muerte de dos de sus hermanos.