El perreo es un arma. Nos permite relacionarnos con nuestro cuerpo y hacer lo que queramos con él. Como forma de liberación, goce y celebración del cuerpo, produce una sensación de poder en un mundo que castiga el empoderamiento de las corporalidades. Y si partimos de que tanto el reggaeton como el perreo emergen de una división de género heterosexual y normativa, la pregunta es: ¿cómo puede ser verdaderamente transgresor un cuerpo que perrea?