Pero lo peor del discurso edificante de Altozano no es ni su ignorancia ni su ingenuidad, sino cómo usa esa ignorancia y esa ingenuidad para deslegitimar la crítica decolonial y de clase que subyace a la conspiranoia que hay acerca de ciertos jóvenes que tienen éxito actualmente. Cuando Altozano dice que ni Rosalía, ni Quantum Fracture, ni Ter, ni él son productos de una empresa o de una marca, está obviando que YouTube y Spotify son empresas, y que los Estados y las clases sociales funcionan como marcas, como marcadores de posibilidades.