Portugal es tierra de molinos de viento, un elemento tradicional inseparable de muchos de sus paisajes. Su silueta domina el horizonte de los paisajes del viento y representa, como pocas formas de arquitectura rural, un notable ejemplo de una época en la que hombre y naturaleza vivían en una armonía casi perfecta. Porque el molino de viento es mucho más que arquitectura, es naturaleza y eficiencia, belleza e ingenio, sonido y movimiento, historia y cultura.