El papa no se pronunció, pero tampoco hacía falta. Cuando, en 2011, una asociación de gais cristianos pidió a Benedicto XVI que nombrara a San Sebastián patrón del colectivo LGTBI, la máxima autoridad eclesiástica guardó silencio. En realidad, continuó con un silencio preexistente: el que llevaba manteniendolo la Iglesia durante los últimos siglos sobre este tema. Quisieron censurarlo y finalmente optaron por ignorarlo, pero no tuvieron éxito: uno de sus mártires más reconocibles se había convertido en un icono gay. Empezó de forma discreta en