Ya lllevamos unos años hablando de los Comedy Wildlife Photography Awards, un certamen británico que nos ofrece curiosas fotos en las que se mezclan humor y animales; una combinación estupenda que pretende sacarnos una sonrisa en un día como hoy en el que muchos han vuelto al trabajo presencial tras muchos meses teletrabajando desde casa y otros ven como el verano parece haber acabado de repente.

Hace dos años y medio Baltasar convenció a su familia para levantar en su jardín un robot de más de 7 metros de altura y una tonelada de peso. “Yo le dije que me parecía estupendo”, recuerda su esposa, Isabel Pérez, que añade “pero pensaba que no lo haría ni en sueños”.

En ellos cuenta lo que trata de expresar siempre relacionado con los peligros de dejar que las redes sociales nos controlen, arruinen nuestra autoestima y lleguen a alterar nuestra visión del mundo y nuestras propias vidas.

Un tuit se repite con precisión suiza una de cada tres veces que se lanza una nueva serie de dibujos en plataformas. Su expresión no varía mucho, a pesar de provenir de distintos puntos geográficos del planeta: “todas las series de animación para adultos son la misma”, dice el ofendido, en algunos casos puntualizando con algo más: “y además, ¿por qué son todas feísimas?”.

Photoshop es desde hace años una de las herramientas imprescindibles para la edición de fotografías. Algunas imágenes retocadas con este programa llegan a alcanzar tal nivel de calidad y detalle, que es incluso difícil distinguir si son reales o están manipuladas. Esto ha creado con el tiempo un efecto curioso: fotografías reales que simplemente se tomaron en el momento justo, o tienen un enfoque o perspectiva particular que nos causa un efecto óptico, se ponen en duda que sean auténticas y se cree que están retocadas con Photoshop.

“En marzo de 2020, la semana antes de que el mundo entrara en confinamiento, regresé a la laguna San Ignacio de Baja [California]... En esta fotografía, una madre y su ballenato se acercaron a una panga con gente de mi expedición. La cría hizo una aparición cerca de la proa del bote haciendo que todos miraran hacia adelante. Un segundo después, la madre emergió un pie (30 cm) detrás de la popa en un comportamiento llamado salto espía. Lenta y silenciosamente, la ballena asomó la cabeza por encima del agua para mirar a su alrededor”.