No hay mayor error que tratar de explicar el origen de lo que no necesita ser explicado. Porque rompe el encanto. El miedo a lo desconocido. Y, como en la demostración de cómo funciona un truco de magia, acaba decepcionando. Da igual cómo lo hagas. Cómo lo disfraces. Lo supuestamente brillantes que sean tus ideas. Porque acabarán naufragando. Y Ridley Scott, secundado por sus guionistas, no iban a ser menos. La deriva que toma su intento por explicar cómo, cuándo y por qué surge el temido xenomorfo es lamentable.