Sexo en Nueva york fue un traje a medida para conectar con una audiencia que soñaba con ser Carrie y vivir como Carrie. Y, por supuesto, las marcas se pirraban por estar en boca de Carrie. El efecto de aparecer en la serie multiplicaba en ventas… y potenciaba la aureola de éxito del producto (que se lo digan si no a los zapatos de Manolo Blahnik, por poner un ejemplo). Y la serie lo aprovechaba como seña de identidad. Una sobreexposición comercial que, por cierto, si fuera realizada de igual forma en nuestro país sería criticada a mansalva...