He de estar eternamente agradecida al movimiento feminista por haberme salvado la vida, por haberme liberado de las garras de esa secta llamada patriarcado, por haberme dado la oportunidad de dejar de ser borrega y objeto, y pasar a ser sujeto crítico y pensante. Las gafas violetas me ha rescatado de la ceguera más burda y me han permitido luchar activamente contra ese enemigo cruel y sangriento: el machismo. Sí, el movimiento feminista me permite ser mejor persona y sentirme coherente conmigo misma. ¡Todo le debo!