El 14 de marzo los trabajadores de las fábricas textiles del suburbio industrial de Hlaing Tharyar, situado en los márgenes de Rangún, salieron a protestar contra el golpe de Estado perpetrado por el Tatmadaw (las Fuerzas Armadas de Myanmar). La huelga general indefinida convocada por los sindicatos el 7 de marzo había conseguido movilizar a un movimiento popular creciente de un carácter más militante, y menos cívico, que el de los barrios céntricos de la capital económica del país. La movilización en masa de la clase obrera industrial, en . .

Tras descarrilar, el convoy explotó y desencadenó un incendio que sorprendió a muchos aldeanos de la zona, que se habían acercado al lugar del siniestro a apoderarse del combustible derramado. Al menos 25 personas murieron y otras 62 resultaron heridas este sábado al norte de Birmania al descarrilar e incendiarse un tren de mercancías con dos vagones cisterna repletos de combustible, informó la televisión estatal birmana, que no explicó las causas del siniestro.

Los generales contribuyeron a alargar la vida de la máquina de escribir con su control orwelliano de la sociedad. Temerosos de la influencia exterior, hasta hace poco castigaban con la cárcel la posesión de máquinas de fax o el uso de Internet, todavía al alcance de menos del 1% de la población.

Crónica de la Revolución Azafrán de los monjes birmanos en septiembre de 2007, contada en primera persona por un fotógrafo español: el viaje trascurre con total normalidad hasta que, llegando a la Sule Pagoda, vemos que una turba de gente empieza a parar el tránsito. A nuestro vehículo se le pide que se detenga. Una veintena de manos golpean los cristales del autobús para que el conductor pare el motor. ¿Aquí que pasa? -me pregunto- Una marea de monjes llega al lugar seguidos de miles de personas y de repente oigo: ¡Toni! ¡Haz fotos!

Un persona murió y otras tres resultaron heridas en la explosión ocurrida hoy frente al Ayuntamiento de Rangún, la antigua capital y mayor ciudad de Birmania (Myanmar), la víspera del primer aniversario de las protestas a favor de la democracia de los monjes budistas.

Hasta donde alcanza la vista, el paisaje es una espeluznante naturaleza muerta. En esta zona situada al este de Rangún, en el delta del río Irrawaddy, no se ve, siquiera diminuta, ni una vaca, ni un campesino, ni un tractor moviéndose por una carretera que está anegada. Asusta la falta de vida porque, seguramente, significa que hay abajo no queda nadie vivo y todos han perecido por el ciclón que azotó Birmania el pasado fin de semana.

(c&p) Las imágenes de los monjes, de las personas que los acompañan, y de los operativos militares y policíacos que los enfrentan, le han dado la vuelta a un mundo que a su vez está dando vuelta y nos presenta ante un enfrentamiento que hasta hace poco era impensable.

Un monje budista intenta protegerse de los gases lacrimógenos usados ayer por la Policía durante la represión de la protesta en Rangún.Rezos contra rifles. Túnicas de color azafrán frente a uniformes del Ejército. Alpargatas y pies descalzos pisoteados por botas militares. Monjes rapados orando en cuclillas ante soldados pertrechados con escudos antidisturbios, porras y cascos de metal.Esta es la desigual lucha entre la libertad y la represión que se libra en Birmania, donde, tal y como se temía, la violencia ha estallado después de un mes