Históricamente, los matrimonios por amor se daban casi exclusivamente en los cantares y la literatura; una boda era algo demasiado serio como para celebrarla por algo tan etéreo y esto valía sobre todo para las familias reales, las nobles y las adineradas por aquello de las alianzas y tal, pero también se daba entre las clases populares donde un buen casamiento podía significar salir de la pobreza o, cuando menos, mejorar bien económica, bien socialmente (o ambas). Es decir, se trataba de un negocio esencialmente.

Cuando has tenido la suerte de vivir en una república, y cuando aceptas y comprendes, como en mí caso que ahora llevo más de un cuarto de mi vida viviendo en una monarquía parlamentaria que cada cuatro años verás pasar un presidente, pero siempre verás al mismo rey te suena extraño. Más extraño nos resultó a todos el anuncio de Ikea que decía “Bienvenido a la República Independiente de mi Casa” y nada tan cierto dista tanto de la realidad de mi familia. Un día como hoy hace seis años llegamos a Málaga, mi madre, mi hermano y yo; ese día sin sab