Triste y cabreado. Harto a ratos. Otros, con ganas de montar una revuelta, de liarme a pedradas, de devolver las cartas del banco con lo que devuelva mi estómago, de hacer una pintada en el parlamento que diga “romanos, marchaos a casa”, de meterle el dedo en el ojo a un presidente de gobierno, de multinacional, de financiera.