“Me siento muy afligido por el sufrimiento que hemos causado (a los perjudicados por los sacerdotes pedófilos), y hago oración para que caminen de la mano de Dios en una vida renovada”, señalaba el obispo Brom en su misiva. Este anhelo del prelado, noble de veras, es a todas luces incompatible, sin embargo, con su anterior alcahuetería de la conducta criminal de sus subordinados, y ciertamente contradice su intención de violentar las leyes financieras de la nación en perjuicio de los 144 fieles para los que ahora pide bendiciones.