Para James Bond el homicidio y la fornicación son dos caras de la misma moneda. Medio siglo lleva 007 cepillándose a mujeres y a hombres, a veces con la pistola, a veces con la polla, a veces con las dos, y sucesivas generaciones de espectadores siguen yendo en manada a ver las nuevas entregas del agente británico a pesar de que saben de sobra que son la misma entrega: un asesino violento, cínico, machista y erudito que, para colmo, cae simpático.