Un muchacho neozelandés quiso demostrar su pericia y maestría practicando parkour. Pero su gran salto casi termina en tragedia. Pensó que podía volar, confió demasiado en sus posibilidades, calculó mal su brinco y se dejó todo su orgullo en el vuelvo y un par de dientes de regalo. Demasiado barato le salió su planeo, porque viendo el talegazo que se pega, dos incisivos me parecen una tarifa razonable.