"En cinco minutos pudieron llegar siete u ocho policías de la UIP y uno de la UCE -antidisturbios de la Policía Municipal- con caras ensangrentadas, alguno con disminución del nivel de consciencia y cascos abollados, por lo que se suponía que eran adoquines. Hubo que estabilizarlos, valorar sus heridas y calmar su ansiedad, porque venían asustados." (...) "En el exterior, acompañantes de los manifestantes heridos nos gritaban a los trabajadores del Samur que éramos cómplices y que no atendiéramos a policías, que los dejásemos morir."