Estamos ante una crisis monumental de energía. Negarlo es una temeridad muy habitual, pero la realidad es tozuda: quiebra de Estados, problemas de suministro en países desarrollados y en tradicionales exportadores de petróleo, crisis alimentaria y ambiental, etc. En medio de la confusión, se plantea una huida hacia delante, hacia el abismo. Aunque hay alternativas, lo que no hay tanto es tiempo.