“Traduttore traditore” reza el clásico adagio. Pero hay ocasiones en las que, más que llamarlos traidores, los perpetradores de ciertas traducciones merecerían directamente el apelativo de terroristas lingüísticos. Lo cierto es que las meteduras de pata en el ramo pueden llegar a tener consecuencias funestas, que van desde una sencilla indigestión por una carta mal traducida en un restaurante hasta una tetraplejia por un malentendido en el hospital.
|
etiquetas: traducción , errores , malentendidos