Comprimir la luz en circuitos pequeños y controlar su flujo eléctrico es como un santo grial que se ha convertido en un escenario realista y plausible gracias al descubrimiento del grafeno. Este logro tan prometedor es posible mediante el aprovechamiento de los llamados plasmones, cuasipartículas en las que los electrones y la luz se mueven conjuntamente como una onda coherente. Relacionada:
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