Dicen que la vida de las modelos es estresante y trabajan muy duro. No lo ponemos en duda: imagina tener que cambiarte de ropa varias veces, aprender a girar a la derecha e incluso a la izquierda, comer mucha lechuga y sonreír sin parar en la pasarela. Y si todo esto no fuese suficientemente duro, en un acto de crueldad carnavalesca, les enfundan una coliflor gigante en la cabeza, mil tubos a modo de intestinos o una fregona gigante de colores y ¡ea!, a intentar caminar con dignidad.
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