Una película o una serie de televisión tiene derecho a tomarse licencias dramáticas al contar una historia basada en hechos reales. Esto último es un factor que siempre despierta el interés de la gente. Sobre acontecimientos ocurridos hace ya algún tiempo –el 26 de abril de 1986 en este caso–, ese relato termina convirtiéndose en lo que gente recuerda. Los libros cuentan otra historia. Obviamente, no llegan a tanta gente.
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