Desde este miércoles y sin que los pasajeros -150.000 al año- se den cuenta, los vehículos aprovechan la parada final para recargar sus baterías. Literalmente, tres brazos (denominados patines) ubicados en los bajos descienden hasta tres placas ubicadas en el asfalto que, por contacto, alimentan al autobús. Una carga rápida, silenciosa e invisible para el usuario que tiene una duración de entre dos y cinco minutos -según la necesidad de recarga- y ofrece total autonomía al medio de transporte público sin retrasar ni un minuto los tiempos de su
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