Antes de que Jean-Claude Van Damme se convirtiera en el icono del cine de artes marciales que todos conocemos hoy en día a fuerza de abrirse de piernas y parar cocos en caída libre con la tripa, su carrera cinematográfica se hallaba en un preocupante punto muerto. Van Damme alternaba empleos de repartidor de pizza o taxista con pequeños papeles secundarios entre los que solo destaca el papel como villano (soviético, claro, hablamos de 1986) de Retroceder nunca, rendirse jamás.
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