Siendo un adolescente, el balón ovalado se cruzó en la vida de Ernesto Guevara y, a pesar de sus problemas médicos, le acompañó durante gran parte de su vida. “Al rugby y al fútbol aquí nadie juega. Salvo alguna que otra partidita de ajedrez o ir a pescar, no tengo evasiones”, dijo por carta a su madre poco después de triunfar en 1959 la revolución cubana.
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