El oficio de bibliotecario goza de una cierta aureola de prestigio, quizá por la cantidad de brillantes escritores que lo fueron en algún momento de su vida. Tiene algo de vocacional, de amor a los libros, de celo en la defensa de la transmisión de cultura. En muchas ocasiones son la primera y la última, la única, línea de combate frente a la incultura. Hasta que te encuentras con uno que ejerce de "funcionario", que representa a la perfección todos los tópicos peyorativos del trabajador público, acuñados a fuerza de que son individuos como...
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